Argizko paretak
BILBAO 2004: Mi primer viaje sola. 400 kilómetros por delante, un billete sólo de ida, sin reserva de hotel y sin demasiadas expectativas. Con una mochila llena de braguitas y de tristeza, me planté en Bilbao. Y en Agosto, a las 2 y media de la tarde, eché a andar por una avenida hacia abajo.
A medida que caminaba, fui encontrándome con una estatua sobre un pedestal altísimo, una avenida perpendicular, el Euskalduna, el Nervión, el tranvía ultramoderno, Deusto, el Guggenheim, la araña de Burgeois, el tranvía de nuevo viajando en dirección contraria, niños en bici y el Teatro Arriaga.
Justo enfrente del Teatro, ya en el Casco Antiguo, encontré un pequeño hotel, donde me quedé en una habitación doble. Una habitación para dos, aunque yo era una. No tenían habitaciones individuales. Hasta para esto, estar solo es triste. Tuve que pagar por dos, a pesar de ocupar el espacio de una niña soltera.
Salía por las mañanas, sin planes preestablecidos, sin rumbo. Me encanta ver las ciudades así para ir descubriendo el urbanismo, los parques, los edificios...
ROTHKO en el GUGGENHEIM: La exposición se llamaba Paredes de luz. Había un cuadro, de su serie negra que me dejó extasiada, con unas nebulosas centrales. Eran unas nubes oscuras y densas como las que me rondaban la cabeza. Quería llevármelo a casa, para curarme del niño número 4 mirando el magnífico cuadro y dejar su recuerdo atrapado en el vapor de Rothko.
*** Recuerdo sonoro del viaje a Bilbao: Corazón de tango de Doctor Deseo ***
A medida que caminaba, fui encontrándome con una estatua sobre un pedestal altísimo, una avenida perpendicular, el Euskalduna, el Nervión, el tranvía ultramoderno, Deusto, el Guggenheim, la araña de Burgeois, el tranvía de nuevo viajando en dirección contraria, niños en bici y el Teatro Arriaga.
Justo enfrente del Teatro, ya en el Casco Antiguo, encontré un pequeño hotel, donde me quedé en una habitación doble. Una habitación para dos, aunque yo era una. No tenían habitaciones individuales. Hasta para esto, estar solo es triste. Tuve que pagar por dos, a pesar de ocupar el espacio de una niña soltera.
Salía por las mañanas, sin planes preestablecidos, sin rumbo. Me encanta ver las ciudades así para ir descubriendo el urbanismo, los parques, los edificios...
ROTHKO en el GUGGENHEIM: La exposición se llamaba Paredes de luz. Había un cuadro, de su serie negra que me dejó extasiada, con unas nebulosas centrales. Eran unas nubes oscuras y densas como las que me rondaban la cabeza. Quería llevármelo a casa, para curarme del niño número 4 mirando el magnífico cuadro y dejar su recuerdo atrapado en el vapor de Rothko.
*** Recuerdo sonoro del viaje a Bilbao: Corazón de tango de Doctor Deseo ***
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